En un artículo previo, Reflexiones praxeológicas II: Krugman y las falacias keynesianas, dejé en evidencia la falacia de origen keynesiano, irracionalmente defendida por Paul Krugman, que afirma que la destrucción de riqueza genera prosperidad. La idea básica fue demostrar que la economía se activa frente a un desastre natural, simplemente porque la gente tiene que trabajar extra para recuperar lo perdido. En la mentalidad keynesiana, sin embargo, esto aparece como prosperidad puesto que la economía se activa y hay más trabajo. Pero la realidad es que eso sucede porque la gente está peor, no mejor, puesto que luego del desastre, tiene menos, no más. Y tener que trabajar para recuperar lo perdido no es precisamente algo bueno. Es todo lo contrario: aumento del costo de vida. Pensemos el caso extremo de destruir todo lo que tenemos y volver a empezar desde la edad de piedra. Y voilá! prosperidad infinita instantánea. De acuerdo a los criterios keynesianos, y al del premio nóbel de Krugman, estaríamos muchísimo mejor en la edad de piedra que en la época actual.
Con el problema del proteccionismo, sucede exactamente lo mismo. El razonamiento básico en favor del proteccionismo es que genera trabajo nacional: mejor hacerlo nosotros que comprarlo hecho afuera. Falacia total. Que ya queda en evidencia desde el momento en que razonamos que, si el proteccionismo genera trabajo, entonces por qué no imponer trabas aduaneras entre los diferentes estados, provincias o departamentos de un país? Por qué no imponer trabas aduaneras entre las distintas ciudades de un país, o los distintos barrios de una ciudad, o directamente, prohibir el comercio de manera que dar mucho trabajo a cada familia, que así quedarían con empleo pleno? Cuando nos hacemos esa pregunta, ya aunque no es suficiente para explicar el problema, el proteccionismo ya deja de parecer una buena idea.
Supongamos que un buen día, con el criterio proteccionista, se prohibe totalmente el comercio, y todas las familias tienen que producir todo lo que necesitan por sí mismos. Cada familia va a tener muchísimo trabajo para sobrevivir y producir todo lo que necesita. Y como lo más básico que necesita es comida, ropa, un hogar, educar a los hijos para ser capaces de colaborar en la economía familiar, etc. La familia va a pasar todo el día trabajando en eso, sin apenas recursos para hacer nada más. No va a ser capaz de producir absolutamente nada de lo que la vida moderna provee. Volveríamos a la economía de subsistencia de las primeras etapas de la historia de la humanidad. Evidentemente, se generó muchísimo trabajo. Para el criterio proteccionista, esto es prosperidad. Y estaríamos mucho mejor en esas condiciones que en las actuales. Absurdo, no?
Observemos otro fenómeno: si busca tener algo 'lujoso' que implique quitar tiempo en la producción de lo necesario para sobrevivir, tendrá que producir un excedente de lo básico (un ahorro), para luego durante algún período no tener que dedicarse a eso y en cambio poder dedicarle a producir esos elementos más lujosos, de los cuales no depende la supervivencia, pero mejoran la calidad de vida. Con esta práctica ha nacido el concepto de capital: acumulación de riquezas de tiempo de producción relativamente inferior y/o más necesario, para poder producir riquezas de tiempo de producción relativamente superior y/o menos necesarios. Pero la capacidad de ahorro en el escenario en cuestión es tan limitada que la capacidad de crecimiento económico (entendido como la capacidad de mejorar constantemente el nivel de vida) también es extremadamente limitada.
En resumen, bajo las condiciones referidas, tenemos el mismo o mucho más trabajo del que tenemos hoy, pero para lograr miles de veces menos: una economía de subsistencia. De acuerdo al criterio proteccionista, sin embargo, como hay más trabajo para hacer, hay más prosperidad.
Ahora supongamos que en una sociedad tal se abren las fronteras familiares y se permite el comercio dentro de cada ciudad. Vamos a estar en mejores condiciones que en el primer caso, evidentemente, porque va a ser posible una diversidad mayor de actividades, van a aparecer actividades nuevas que antes eran imposibles, dado que ahora mucha gente en lugar de tener que fabricar comida para subsistir, puede dedicarse a muchas otras tareas manuales, vender lo que hace, y con lo que gana, comprarle comida a los que producen comida. Y viceversa, los que producen comida, podrán comprar bienes más elaborados y de necesidad menos inmediata a los primeros. También es claro que es posible ahorrar más, y por lo tanto capitalizarse más, y la capacidad productiva puede aumentar más rápido, ya que se puede utilizar más tiempo en producir medios y bienes más elaborados. Nuestra economía sería parecida a la economía feudal. Mucho trabajo, pero aún viviriamos en lo que hoy consideraríamos miseria, con aún escasa capacidad de aumento del nivel de vida.
Aquí ya debería ser evidente el punto. A mayor población comerciando en condiciones de libre mercado, mayor capacidad productiva, mayor diversificación económica, mayor capitalización, mayor velocidad de crecimiento del nivel de vida.
Entonces, ¿por qué se tiende tanto a rechazar el libre comercio entre diversos países? Simplemente porque sólo se ve una parte del asunto: si en lugar de comprar X lo producimos, entonces vamos a generar trabajo local. Falso. En realidad, lo único que vamos a lograr es generar trabajo local para producir X, o sea, para beneficiar exclusivamente a los productores locales de X. Lo que no se ve es lo que se deja de producir localmente para producir X. Lo que no se ve es que esos mismos productores pueden perfectamente producir otra cosa. Lo que no se ve es que el trabajo extra generado por el proteccionismo no es un beneficio, sino un costo. Lo que no se ve es que por producir X más caro en lugar de comprarlo, la sociedad tiene menos capacidad de diversificación, menos capacidad productiva, menor capacidad de capitalización, menos velocidad del crecimiento del nivel de vida, obligando a producir más básico y menos elaborado. Todo cuesta más caro. Y que cueste más caro no es un beneficio, es un costo. Para toda la sociedad. ¿Con qué propósito? Tan solo para que los productores de X puedan seguir produciendo X. Para no adaptarse a los cambios, simplemente toman como rehén al resto de la población. Todos haciendo lo mismo en las diversas áreas de la economía, y obtenemos un país de escasa diversificación, productividad, competitividad y prosperidad.
Es que la falacia ya debería ser obvia desde el momento en que países más grandes, mucho mas grandes, que los países pequeños, tienen niveles de desempleo similares a estos últimos. Si el criterio proteccionista fuera cierto, a mayor población libremente comerciando, mayor desempleo habría, y los gobiernos se verían obligados a imponer trabas aduaneras dentro de sus países. Sin embargo, la realidad es muy diferente: a mayor cantidad de población libremente comerciando, invirtiendo, produciendo, ahorrando, capitalizando, más diversificación, mayor productividad, mayor capitalización, mayor ahorro, más prosperidad.
Economía, Finanzas, Teoría del Derecho, Teoría del Estado, el Anarquismo y las instituciones, Método y Medio Ambiente. Desde la metodología económica de la escuela austríaca y una perspectiva ética libertaria.
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Sunday, November 30, 2014
Wednesday, December 06, 2006
La crisis textil y el intervencionismo
Por
Wolvh Lórien
En las últimas semanas tomó estado público el agravamiento de una situación complicada que enfrenta el sector textil y de la vestimenta, con el anuncio del inminente cierre de fábricas y empresas importantes. Se menciona el caso de la textil Fibratex, que sobre fin de año dejaría en la calle a unos 600 trabajadores.
También se informó sobre el peligro de cierre para otras empresas, en un sector que se ha venido achicando con los años, pero que aún mantiene un alto número de empleos (al ser uno de los que utiliza mano de obra en forma intensiva).
El sector aún mantiene en plantilla a unos 5.600 trabajadores.
Hubo una reacción de los empresarios ante esta situación. Según consignó hoy El Observador, enviaron una carta al Ministerio de Industria, Energía y Minería, al Directorio del Banco de la República y a otros organismos del Estado. Reclaman medidas urgentes que permitan que el sector textil deje de perder posibilidades de competir en el exterior.
Las razones de esta situación, según los empresarios, son: una revaluación del peso frente al dólar y el incremento de tarifas y salarios (lo que ha encarecido fuertemente la producción en dólares). Por otra parte, advierten que China compra el 98% de la lana sucia que produce el país y puede dejar a la industria uruguaya sin materia prima.
Aunque en la carta no se menciona con claridad, hay un problema adicional: uno de los mercados principales es Estados Unidos y la falta de un acuerdo de libre comercio deja a los textiles uruguayos casi fuera de mercado, frente a la competencia de textiles producidos por países que sí han concretado ese tipo de acuerdos.
Un TLC en el área textil significaría un impacto similar (en la competitividad con Estados Unidos) de un dólar a 33 o 34 pesos y allí es donde la industria replantea la necesidad de un acuerdo.
Piden además medidas urgentes en el corto plazo, que permitan - no sólo paliar la situación- sino abordar los temas de fondo.
fuente: El Espectador
Siempre que un sector de la economía pierde competitividad, los empresarios afectados en general atribuyen el problema a la falta de proteccionismo e intervencionismo estatal.
Desde hace tiempo que ya se viene escuchando de parte de los exportadores el discurso de que el atraso cambiario está afectando su competitividad. Se exige intervención sobre el tipo de cambio.
Sin embargo, a pesar del "atraso cambiario", las exportaciones crecen constantemente y han alcanzado cifras récord históricas.
Transcribiré a continuación un breve análisis de la devaluación y sus efectos, y la falacia del atraso cambiario, extraído de mi ensayo Capitalismo, Mercado Global y concentración de riqueza:
Imaginemos un individuo que trabaja para sustentarse a sí mismo y su familia. No se necesita convencer a nadie de que este individuo gozará de mejor situación económica cuanto más se le pague por su trabajo, y por lo tanto, cuanto más pueda adquirir y/o ahorrar sin que por ello tenga que trabajar más tiempo. Es decir, tanto mejor cuanto menos necesite vender para adquirir a cambio un volumen dado de bienes y servicios. Y lo mismo es válido para un individuo que para un grupo de ellos, independientemente de su número.
Pues bien, existe la creencia popular generalizada, alimentada por discursos de políticos y economistas, o bien ignorantes o bien cómplices de ciertos sectores productivos, que sostiene exactamente lo contrario.
Mediante el discurso de que favoreciendo las exportaciones, de que vendiendo más, el país se desarrolla y se genera trabajo, se justifican y se legitiman frente a la opinión pública, las políticas de devaluación monetaria que en los hechos sólo favorece a los exportadores, históricamente asociados al poder político de los países latinoamericanos y de otras regiones subdesarrolladas. En países desarrollados también aparecen políticas devaluatorias, si bien no tan pronunciadas como en los nuestros, y por otras razones políticas. Pero como nuestras monedas devalúan más, el resultado neto es que se devalúan en relación a las monedas del primer mundo, que en definitiva es lo que importa en este primer análisis.
¿Y qué significa devaluación de la moneda propia en relación a la divisa internacional, sino devaluación del propio trabajo? Cuanto más se devalúa la moneda local en relación a la divisa, los exportadores pueden bajar más sus precios frente al mercado internacional y posicionarse competitivamente. Pero esto significa incrementar el poder de compra del mercado extranjero en relación a nuestros productos, y al mismo tiempo reducir el poder de compra del mercado local frente a los productos importados. Si fuera cierto que el capitalismo (en este caso, el capitalismo internacional) fomentara naturalmente el flujo de riquezas desde los países más pobres hacia los países más ricos, entonces ¿cuál es la necesidad de devaluar para favorecer esta concentración? Y sin embargo, nuestros gobiernos, incluyendo algunos que se rodean de un discurso populista contra el capitalismo mundial, devalúan constantemente mediante el poder político que tienen sobre el monopolio de facto de la emisión de dinero: los bancos centrales, que en definitiva terminan siendo un instrumento de política corporativa.
Ningún individuo es capaz de ser autosuficiente y producir todo lo que necesita. Por eso es que participa de la división social del trabajo. Además nada tiene de malo que así sea. Y cualquiera con un mínimo de comprensión de este mecanismo social puede apreciar que si uno se esforzara por ser autosuficiente y producir todo lo que necesita, la calidad de vida no mejoraría sino muy al contrario se vería muy menoscabada. Entonces ¿por qué pensar que adquiriendo bienes de otro país en lugar de producirlo en el propio implica alguna especie de obstaculización al desarrollo? Importar es comprar fuera de fronteras. Pero las fronteras son artificiales. Económicamente da lo mismo que la producción provenga del extranjero o que provenga del mismo país en que uno vive. Importar es fundamental para el desarrollo porque permite adquirir bienes que no se producen en la economía nacional, o que se producirían a mayor costo en recursos, esfuerzos y con menor eficiencia. E importar es fundamental para el desarrollo de una enorme cantidad de sectores productivos, generando también puestos de trabajo y mayor calidad de vida. Además, a mayor volumen de importaciones, mayor demanda de divisa internacional que incrementa los beneficios del sector exportador. Es decir, importar es un fuerte incentivador natural de las exportaciones, sin necesidad de devaluar el trabajo propio, que es en definitiva una de las causas de la concentracion de riqueza en los países más ricos.
El principal mecanismo de devaluación que aplican los bancos centrales es el retiro y retención de divisa del mercado local mediante la compra que sólo es posible con una emisión de dinero con ese fin. Esta retención tiene además el objetivo de incrementar las reservas del banco central y utilizar parte de ellas para el pago de la deuda externa. Es decir, aquí descubrimos otro fin detrás de la devaluación que no es otra cosa que el pago de esta deuda y sus intereses con el trabajo adicional de la sociedad como consecuencia de la devaluación. El mayor flujo de riquezas hacia afuera es entonces la forma que tenemos de pagar esa deuda. Contraida, por supuesto, por el excesivo gasto público del Estado, y no por elección de la sociedad. Pero quien carga con esa deuda es la sociedad. Lamentablemente parte de esa misma sociedad en muchas ocasiones, y por medio, nuevamente, del discurso político que la convence, es la que acepta y apoya ese excesivo gasto público, con la falsa idea de que a mayor gasto público más trabajo y desarrollo.
Al limitar de esta manera la oferta de divisa, la demanda insatisfecha incrementa los beneficios del sector exportador en el mercado local, es decir, expresado en moneda local. El exportador puede colocar sus productos a precios más competitivos en el mercado internacional. Este proceso tiende a restablecer una mayor oferta de divisa. Pero mientras ejerce esta tendencia, a igualdad de otras condiciones, el precio de la divisa es mayor que antes de la devaluación. De manera que los precios de los bienes importados también son mayores expresados en moneda nacional, con lo que las importaciones se ven desincentivadas en favor de mayor demanda de productos del mercado local. Adicionalmente, una mayor demanda extranjera y local de bienes producidos localmente, también generan una suba inicial de precios de la producción local.
Es posible que esto incentive el desarrollo de los sectores económicos exportadores, pero hay que tener en cuenta que los precios de los insumos importados aumentan, con lo que dicho desarrollo puede ser bastante relativo. En cambio, el resto de los sectores económicos se ven claramente perjudicados. En los hechos la devaluación tiene el efecto de que el mercado en el que se aplica, participa con desventajas en la división global del trabajo. Es decir, el resultado neto es que se reduce la capacidad de compra del mercado local sobre el mercado externo, y al mismo tiempo se aumenta la capacidad de compra del mercado externo sobre el local. Todo lo contrario a defender los intereses de los consumidores locales.
En cuanto al tema del TLC con EEUU, aclaremos en primer lugar que lo que se denomina de esa manera no es tal cosa. Libre comercio implica que no hay barreras de ningún tipo, que hay libertad de intercambio entre dos mercados. Lo que comúnmente se denomina TLC no es más que un tratado de expansión comercial, en donde los aranceles se reducen y las cuotas permitidas se aumentan.
De todas formas, siempre es mejor un tratado de este tipo a no tenerlo. Por eso es lamentable el rechazo que ha obtenido este acuerdo, y que además un sector minoritario, el de la izquierda más retrógrada del país, haya logrado presionar al gobierno en este sentido.
El resurgimiento de la consideración de un TLC a partir del reconocimiento de la crisis de los textiles demuestra las idas y venidas e inseguridad del gobierno. Dudo que el tema de los textiles sea suficiente para reconsiderar un tratado con la potencia mundial.
En la crisis del sector textil podemos encontrar otras causas, ya mencionadas en el artículo con que comenzamos este post, que en realidad afectan a toda la economía uruguaya. Es decir, el análisis que expongo a continuación es válido para toda la economía.
La principal tiene que ver con el excesivo peso impositivo que sufre la economía. En los últimos años esta presión ha ido en aumento. La reforma impositiva que comenzará a aplicarse a mediados del año 2007 prácticamente no contempla este problema. Básicamente no hace más que reformar la estructura impositiva. Pero la reducción de la presión impositiva, no sólo es pequeña en relación a la presión actual (siempre que creamos al ministerio de economía en su predicción de que de hecho se va a dar una reducción) sino que además ni siquiera coloca esta presión por debajo de los niveles impositivos que teníamos en los 90.
Este peso impositivo también se refleja en las tarifas de exportación e importación. En el caso de las tarifas a las exportaciones, no se necesita más análisis. En el caso de las tarifas a las importaciones (que son terribles en el caso del Uruguay, lo sé por experiencia propia porque mi área laboral es tecnológica y conozco los enormes impuestos que cobra la aduana cada vez que importamos tecnología), podemos encontrar diversos efectos:
1) Encarecimiento de los bienes de importación, fundamentales para el desarrollo de todas las áreas económicas, y el consumo (que es la razón de ser de la división social del trabajo y el mercado: atender las necesidades de los consumidores)
2) Como dijimos en el análisis de la devaluación, las importaciones son un incentivador natural de las exportaciones. Reducir las importaciones también implica reducir el incentivo a las exportaciones (se vende con el objeto de comprar)
La aplicación de aranceles a los bienes de importación, sobre todo de aquello que no se produce o se produce en un nivel insuficiente en el mercado doméstico, es otra de las características principales de los países subdesarrollados. El mismo falaz discurso mercantilista en favor de políticas de incentivo a las exportaciones, es el que motiva la aplicación de obstáculos a las importaciones. Importaciones tan importantes para el desarrollo de un país como cualquier otra actividad económica.
A nadie se le ocurre decir que para desarrollar ciertas regiones empobrecidas dentro de un país se necesita imponer obstáculos al comercio dentro mismo de los límites de ese país. Es más, cuanto más grande es un mercado --la experiencia lo sugiere y lo que venimos exponiendo lo demuestra-- tanto más fácil y rápidamente se desarrolla. ¿Quién puede negar los beneficios de la división social del trabajo?
Y sin embargo, la única diferencia entre la división social del trabajo dentro de un país o a escala global, es eso: una cuestión de escala. Cuanto mayor es esa escala, mayores son los beneficios. Pero en nombre de algo que llaman “interés nacional”, se dan vuelta absurdamente los teoremas de la economía. No dudemos que detrás de la máscara del “interés nacional” en realidad encontramos nuevamente el interés corporativo de algunos empresarios que se ven perjudicados por la competencia.
La cuestión es que sin aranceles a las importaciones, no sólamente nos veremos más beneficiados de la división internacional del trabajo, sino que además, las propias exportaciones e inversiones extranjeras se ven fuertemente beneficiadas por el incremento en la demanda de divisa.
De todas formas y para ser honestos no debemos omitir el hecho de que, frente a una eliminación súbita de todas las obstaculizaciones a las importaciones, la estructura productiva de un país puede llegar a verse radicalmente afectada, con lo que ciertamente veremos efectos negativos sobre varias áreas productivas, aunque positivas en otras, de maneras muy imprevistas y generando incluso inversiones en nuevas áreas. Pero una vez que las transformaciones se adecúen a la nueva situación de la oferta y la demanda, el resultado obtenido son los enormes beneficios de participar de la división internacional del trabajo.
Por eso es que tal vez, para evitar un impacto muy fuerte, el procedimiento más recomendable sea eliminar los aranceles y las cuotas de importación de forma gradual.
Observemos una implicancia muy interesante de todo esto: que podemos forzar unilateralmente, y sin que medien acuerdos, la creación de vías de libre comercio con el resto del mundo. Sólo basta eliminar nuestras propias obstaculizaciones, es decir, nuestros aranceles, cuotas de importación y aduanas. (en artículo ya citado: Capitalismo, Mercado Global y Concentración de Riqueza)
La otra causa, ya mencionada en el artículo inicial, es el problema del incremento forzado (intervencionista) de los salarios, como consecuencia de los consejos de salarios establecidos desde hace ya un tiempo por el gobierno. Esto lo analizaremos en un próximo post, debido a que merece un tratamiento aparte.
También se informó sobre el peligro de cierre para otras empresas, en un sector que se ha venido achicando con los años, pero que aún mantiene un alto número de empleos (al ser uno de los que utiliza mano de obra en forma intensiva).
El sector aún mantiene en plantilla a unos 5.600 trabajadores.
Hubo una reacción de los empresarios ante esta situación. Según consignó hoy El Observador, enviaron una carta al Ministerio de Industria, Energía y Minería, al Directorio del Banco de la República y a otros organismos del Estado. Reclaman medidas urgentes que permitan que el sector textil deje de perder posibilidades de competir en el exterior.
Las razones de esta situación, según los empresarios, son: una revaluación del peso frente al dólar y el incremento de tarifas y salarios (lo que ha encarecido fuertemente la producción en dólares). Por otra parte, advierten que China compra el 98% de la lana sucia que produce el país y puede dejar a la industria uruguaya sin materia prima.
Aunque en la carta no se menciona con claridad, hay un problema adicional: uno de los mercados principales es Estados Unidos y la falta de un acuerdo de libre comercio deja a los textiles uruguayos casi fuera de mercado, frente a la competencia de textiles producidos por países que sí han concretado ese tipo de acuerdos.
Un TLC en el área textil significaría un impacto similar (en la competitividad con Estados Unidos) de un dólar a 33 o 34 pesos y allí es donde la industria replantea la necesidad de un acuerdo.
Piden además medidas urgentes en el corto plazo, que permitan - no sólo paliar la situación- sino abordar los temas de fondo.
fuente: El Espectador
Siempre que un sector de la economía pierde competitividad, los empresarios afectados en general atribuyen el problema a la falta de proteccionismo e intervencionismo estatal.
Desde hace tiempo que ya se viene escuchando de parte de los exportadores el discurso de que el atraso cambiario está afectando su competitividad. Se exige intervención sobre el tipo de cambio.
Sin embargo, a pesar del "atraso cambiario", las exportaciones crecen constantemente y han alcanzado cifras récord históricas.
Transcribiré a continuación un breve análisis de la devaluación y sus efectos, y la falacia del atraso cambiario, extraído de mi ensayo Capitalismo, Mercado Global y concentración de riqueza:
Imaginemos un individuo que trabaja para sustentarse a sí mismo y su familia. No se necesita convencer a nadie de que este individuo gozará de mejor situación económica cuanto más se le pague por su trabajo, y por lo tanto, cuanto más pueda adquirir y/o ahorrar sin que por ello tenga que trabajar más tiempo. Es decir, tanto mejor cuanto menos necesite vender para adquirir a cambio un volumen dado de bienes y servicios. Y lo mismo es válido para un individuo que para un grupo de ellos, independientemente de su número.
Pues bien, existe la creencia popular generalizada, alimentada por discursos de políticos y economistas, o bien ignorantes o bien cómplices de ciertos sectores productivos, que sostiene exactamente lo contrario.
Mediante el discurso de que favoreciendo las exportaciones, de que vendiendo más, el país se desarrolla y se genera trabajo, se justifican y se legitiman frente a la opinión pública, las políticas de devaluación monetaria que en los hechos sólo favorece a los exportadores, históricamente asociados al poder político de los países latinoamericanos y de otras regiones subdesarrolladas. En países desarrollados también aparecen políticas devaluatorias, si bien no tan pronunciadas como en los nuestros, y por otras razones políticas. Pero como nuestras monedas devalúan más, el resultado neto es que se devalúan en relación a las monedas del primer mundo, que en definitiva es lo que importa en este primer análisis.
¿Y qué significa devaluación de la moneda propia en relación a la divisa internacional, sino devaluación del propio trabajo? Cuanto más se devalúa la moneda local en relación a la divisa, los exportadores pueden bajar más sus precios frente al mercado internacional y posicionarse competitivamente. Pero esto significa incrementar el poder de compra del mercado extranjero en relación a nuestros productos, y al mismo tiempo reducir el poder de compra del mercado local frente a los productos importados. Si fuera cierto que el capitalismo (en este caso, el capitalismo internacional) fomentara naturalmente el flujo de riquezas desde los países más pobres hacia los países más ricos, entonces ¿cuál es la necesidad de devaluar para favorecer esta concentración? Y sin embargo, nuestros gobiernos, incluyendo algunos que se rodean de un discurso populista contra el capitalismo mundial, devalúan constantemente mediante el poder político que tienen sobre el monopolio de facto de la emisión de dinero: los bancos centrales, que en definitiva terminan siendo un instrumento de política corporativa.
Ningún individuo es capaz de ser autosuficiente y producir todo lo que necesita. Por eso es que participa de la división social del trabajo. Además nada tiene de malo que así sea. Y cualquiera con un mínimo de comprensión de este mecanismo social puede apreciar que si uno se esforzara por ser autosuficiente y producir todo lo que necesita, la calidad de vida no mejoraría sino muy al contrario se vería muy menoscabada. Entonces ¿por qué pensar que adquiriendo bienes de otro país en lugar de producirlo en el propio implica alguna especie de obstaculización al desarrollo? Importar es comprar fuera de fronteras. Pero las fronteras son artificiales. Económicamente da lo mismo que la producción provenga del extranjero o que provenga del mismo país en que uno vive. Importar es fundamental para el desarrollo porque permite adquirir bienes que no se producen en la economía nacional, o que se producirían a mayor costo en recursos, esfuerzos y con menor eficiencia. E importar es fundamental para el desarrollo de una enorme cantidad de sectores productivos, generando también puestos de trabajo y mayor calidad de vida. Además, a mayor volumen de importaciones, mayor demanda de divisa internacional que incrementa los beneficios del sector exportador. Es decir, importar es un fuerte incentivador natural de las exportaciones, sin necesidad de devaluar el trabajo propio, que es en definitiva una de las causas de la concentracion de riqueza en los países más ricos.
El principal mecanismo de devaluación que aplican los bancos centrales es el retiro y retención de divisa del mercado local mediante la compra que sólo es posible con una emisión de dinero con ese fin. Esta retención tiene además el objetivo de incrementar las reservas del banco central y utilizar parte de ellas para el pago de la deuda externa. Es decir, aquí descubrimos otro fin detrás de la devaluación que no es otra cosa que el pago de esta deuda y sus intereses con el trabajo adicional de la sociedad como consecuencia de la devaluación. El mayor flujo de riquezas hacia afuera es entonces la forma que tenemos de pagar esa deuda. Contraida, por supuesto, por el excesivo gasto público del Estado, y no por elección de la sociedad. Pero quien carga con esa deuda es la sociedad. Lamentablemente parte de esa misma sociedad en muchas ocasiones, y por medio, nuevamente, del discurso político que la convence, es la que acepta y apoya ese excesivo gasto público, con la falsa idea de que a mayor gasto público más trabajo y desarrollo.
Al limitar de esta manera la oferta de divisa, la demanda insatisfecha incrementa los beneficios del sector exportador en el mercado local, es decir, expresado en moneda local. El exportador puede colocar sus productos a precios más competitivos en el mercado internacional. Este proceso tiende a restablecer una mayor oferta de divisa. Pero mientras ejerce esta tendencia, a igualdad de otras condiciones, el precio de la divisa es mayor que antes de la devaluación. De manera que los precios de los bienes importados también son mayores expresados en moneda nacional, con lo que las importaciones se ven desincentivadas en favor de mayor demanda de productos del mercado local. Adicionalmente, una mayor demanda extranjera y local de bienes producidos localmente, también generan una suba inicial de precios de la producción local.
Es posible que esto incentive el desarrollo de los sectores económicos exportadores, pero hay que tener en cuenta que los precios de los insumos importados aumentan, con lo que dicho desarrollo puede ser bastante relativo. En cambio, el resto de los sectores económicos se ven claramente perjudicados. En los hechos la devaluación tiene el efecto de que el mercado en el que se aplica, participa con desventajas en la división global del trabajo. Es decir, el resultado neto es que se reduce la capacidad de compra del mercado local sobre el mercado externo, y al mismo tiempo se aumenta la capacidad de compra del mercado externo sobre el local. Todo lo contrario a defender los intereses de los consumidores locales.
En cuanto al tema del TLC con EEUU, aclaremos en primer lugar que lo que se denomina de esa manera no es tal cosa. Libre comercio implica que no hay barreras de ningún tipo, que hay libertad de intercambio entre dos mercados. Lo que comúnmente se denomina TLC no es más que un tratado de expansión comercial, en donde los aranceles se reducen y las cuotas permitidas se aumentan.
De todas formas, siempre es mejor un tratado de este tipo a no tenerlo. Por eso es lamentable el rechazo que ha obtenido este acuerdo, y que además un sector minoritario, el de la izquierda más retrógrada del país, haya logrado presionar al gobierno en este sentido.
El resurgimiento de la consideración de un TLC a partir del reconocimiento de la crisis de los textiles demuestra las idas y venidas e inseguridad del gobierno. Dudo que el tema de los textiles sea suficiente para reconsiderar un tratado con la potencia mundial.
En la crisis del sector textil podemos encontrar otras causas, ya mencionadas en el artículo con que comenzamos este post, que en realidad afectan a toda la economía uruguaya. Es decir, el análisis que expongo a continuación es válido para toda la economía.
La principal tiene que ver con el excesivo peso impositivo que sufre la economía. En los últimos años esta presión ha ido en aumento. La reforma impositiva que comenzará a aplicarse a mediados del año 2007 prácticamente no contempla este problema. Básicamente no hace más que reformar la estructura impositiva. Pero la reducción de la presión impositiva, no sólo es pequeña en relación a la presión actual (siempre que creamos al ministerio de economía en su predicción de que de hecho se va a dar una reducción) sino que además ni siquiera coloca esta presión por debajo de los niveles impositivos que teníamos en los 90.
Este peso impositivo también se refleja en las tarifas de exportación e importación. En el caso de las tarifas a las exportaciones, no se necesita más análisis. En el caso de las tarifas a las importaciones (que son terribles en el caso del Uruguay, lo sé por experiencia propia porque mi área laboral es tecnológica y conozco los enormes impuestos que cobra la aduana cada vez que importamos tecnología), podemos encontrar diversos efectos:
1) Encarecimiento de los bienes de importación, fundamentales para el desarrollo de todas las áreas económicas, y el consumo (que es la razón de ser de la división social del trabajo y el mercado: atender las necesidades de los consumidores)
2) Como dijimos en el análisis de la devaluación, las importaciones son un incentivador natural de las exportaciones. Reducir las importaciones también implica reducir el incentivo a las exportaciones (se vende con el objeto de comprar)
La aplicación de aranceles a los bienes de importación, sobre todo de aquello que no se produce o se produce en un nivel insuficiente en el mercado doméstico, es otra de las características principales de los países subdesarrollados. El mismo falaz discurso mercantilista en favor de políticas de incentivo a las exportaciones, es el que motiva la aplicación de obstáculos a las importaciones. Importaciones tan importantes para el desarrollo de un país como cualquier otra actividad económica.
A nadie se le ocurre decir que para desarrollar ciertas regiones empobrecidas dentro de un país se necesita imponer obstáculos al comercio dentro mismo de los límites de ese país. Es más, cuanto más grande es un mercado --la experiencia lo sugiere y lo que venimos exponiendo lo demuestra-- tanto más fácil y rápidamente se desarrolla. ¿Quién puede negar los beneficios de la división social del trabajo?
Y sin embargo, la única diferencia entre la división social del trabajo dentro de un país o a escala global, es eso: una cuestión de escala. Cuanto mayor es esa escala, mayores son los beneficios. Pero en nombre de algo que llaman “interés nacional”, se dan vuelta absurdamente los teoremas de la economía. No dudemos que detrás de la máscara del “interés nacional” en realidad encontramos nuevamente el interés corporativo de algunos empresarios que se ven perjudicados por la competencia.
La cuestión es que sin aranceles a las importaciones, no sólamente nos veremos más beneficiados de la división internacional del trabajo, sino que además, las propias exportaciones e inversiones extranjeras se ven fuertemente beneficiadas por el incremento en la demanda de divisa.
De todas formas y para ser honestos no debemos omitir el hecho de que, frente a una eliminación súbita de todas las obstaculizaciones a las importaciones, la estructura productiva de un país puede llegar a verse radicalmente afectada, con lo que ciertamente veremos efectos negativos sobre varias áreas productivas, aunque positivas en otras, de maneras muy imprevistas y generando incluso inversiones en nuevas áreas. Pero una vez que las transformaciones se adecúen a la nueva situación de la oferta y la demanda, el resultado obtenido son los enormes beneficios de participar de la división internacional del trabajo.
Por eso es que tal vez, para evitar un impacto muy fuerte, el procedimiento más recomendable sea eliminar los aranceles y las cuotas de importación de forma gradual.
Observemos una implicancia muy interesante de todo esto: que podemos forzar unilateralmente, y sin que medien acuerdos, la creación de vías de libre comercio con el resto del mundo. Sólo basta eliminar nuestras propias obstaculizaciones, es decir, nuestros aranceles, cuotas de importación y aduanas. (en artículo ya citado: Capitalismo, Mercado Global y Concentración de Riqueza)
La otra causa, ya mencionada en el artículo inicial, es el problema del incremento forzado (intervencionista) de los salarios, como consecuencia de los consejos de salarios establecidos desde hace ya un tiempo por el gobierno. Esto lo analizaremos en un próximo post, debido a que merece un tratamiento aparte.
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