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Wednesday, March 14, 2007

Dinámica del desarrollo económico

La dinámica del mercado libre es desconcentradora. Allí donde hay grandes ganancias, hay espacio para el ingreso de competidores. A medida que ese espacio es ocupado, se fuerza a la baja de los precios y de los beneficios empresariales, que además se distribuyen entre más personas. Adicionalmente, se incrementa la demanda laboral y por lo tanto los salarios, y se incrementa la demanda de factores de producción, y por lo tanto, sus precios. A su vez, el incremento de los precios de los factores de producción asociados, incrementa el espacio para la competencia, de manera que el efecto desconcentrador se propaga a todos los niveles de la economía.



Como resultado de este proceso, hay cada vez más capital disponible, más bienes de consumo disponibles, más servicios disponibles, más factores de producción disponibles, cada vez más baratos, cada vez más accesibles a mayor cantidad de individuos. Y cuanto mayor es el capital disponible, cada vez mayores volúmenes de capital son accesibles a tasas de interés cada vez más accesibles, a través de un sistema financiero cada vez más accesible a más gente.



También, como resultado de este proceso, el incremento en el ingreso de los sectores más pobres va a la par con el crecimiento económico. Esto no sólo es teoría, es la realidad histórica, a pesar de lo que puedan decir los críticos al capitalismo y a la globalización:



«En 1820, aproximadamente el 85 por ciento de la población mundial vivía con un equivalente de un dólar por día, convertido al poder adquisitivo contemporáneo. El mito más grande en el debate sobre la globalización radica en que la pobreza supuestamente es algo nuevo, y que las cosas están empeorando. No es así. Hace cien años todos los países eran naciones en desarrollo. Lo nuevo sobre el mundo moderno no es la pobreza, sino la riqueza; el hecho de que algunos países y regiones hayan escapado de la miseria.



Algo sucedió a principios del siglo XIX y la pobreza empezó a disminuir. En 1910 el 65 por ciento de la población mundial vivía en la pobreza absoluta, cifra que cayó al 55 por ciento en 1950. Entonces aconteció otro gran cambio. El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas ha observado que la pobreza mundial ha disminuido más durante los últimos 50 años que durante los 500 años que le precedieron. En 1970 la pobreza absoluta había sido reducida a un 35 por ciento, en 1980 era poco más de un 30 por ciento, y en la actualidad es de aproximadamente un 20 por ciento. (A menudo se menciona la cifra del 23 por ciento, pero eso es como proporción de la población en los países en desarrollo.)



(...)



Esto hace que el crecimiento sea la mejor cura para la pobreza. Algunos economistas han hablado de un efecto “cascada” o “goteo”, en el sentido de que unos toman la delantera y se hacen ricos primero, y luego partes de esta riqueza caen a los pobres, como resultado de los ricos demandando la mano de obra de los pobres. Esta tesis recuerda la imagen de un pobre recogiendo las sobras que caen de la mesa de un rico, sin embargo, ésta es una visión completamente equivocada del verdadero efecto del crecimiento. Al contrario, el pobre obtiene beneficios del crecimiento en casi la misma extensión y la misma velocidad que el rico. La gente de pocos recursos se beneficia inmediatamente del aumento en el valor de su mano de obra y de los bienes que compra más baratos en relación a su ingreso.



Dos economistas del Banco Mundial, David Dollar y Aart Kray, estudiaron 40 años de estadísticas de ingresos de 80 países. Sus investigaciones muestran que el crecimiento beneficia a los pobres al igual que a los ricos. Con un crecimiento del 1 por ciento los pobres aumentan sus ingresos un promedio de un 1 por ciento, con un crecimiento del 10 por ciento lo aumentan, en promedio, un 10 por ciento. No siempre y no en todas partes—hay excepciones y variaciones—pero en promedio.



»
[Johan Norberg: La globalización y los pobres]



Las primeras naciones que se desarrollaron debieron comenzar de cero. Debieron desarrollar su capacidad productiva, su tecnología, el conocimiento científico y técnico, la acumulación de capital, es decir, todos los medios para el desarrollo, por sí mismos. En cambio las naciones pobres y en desarrollo de hoy tienen en la globalización la mejor herramienta para acceder a dichos medios en forma mucho más rápida. Los beneficios de la globalización son mucho mayores para los países más pobres que para los más ricos. El espacio para el desarrollo es mucho mayor en los países menos desarrollados que en los países más desarrollados:



«(...) los países pobres deberían tener tasas de crecimiento más altas que los ricos si existe un flujo libre de capital, comercio e ideas entre ellos. Los países en desarrollo tienen más recursos potenciales que aprovechar, y se pueden beneficiar de la existencia de naciones más ricas a las cuales exportar bienes y de las cuales importar capital y tecnología más avanzada, mientras que los países más ricos ya han capturado muchas de esas ganancias. Esta es la razón por la cual la globalización es la esperanza de los países pobres.» [J. Norberg, art. cit.]



El bajo nivel de los salarios en los países pobres en relación con los países más desarrollados es un de los factores que atrae a la inversión, y esto ha creado en la imaginación de los críticos antiglobalización la falsa idea de que los capitales extranjeros vienen a nuestros países a explotarnos, sin reparar en el hecho de que el ingreso de capitales trae desarrollo económico, tecnológico y científico, e incremento de salarios. Ningún proceso más igualador del nivel socioeconómico a nivel mundial que la globalización. Gracias a la globalización, los países menos desarrollados pueden crecer a tasas mayores que los más desarrollados y alcanzarlos, beneficiándose del mayor nivel de desarrollo de estos últimos.



En la práctica el intervencionismo económico en los países en desarrollo lo único que logra es obstaculizar este proceso, de distintas maneras:



- reduciendo el espacio para el desarrollo económico mediante impuestos, salarios mínimos, trabas burocráticas de todo tipo al libre emprendimiento, inflación, gasto público, licencias y regulaciones que limitan la competencia, control de precios, etc.



- obstaculizando el libre intercambio de tecnologías, capital e ideas con otras naciones, mediante aranceles, proteccionismo, devaluación, etc.



- incrementando los costos productivos mediante subsidios, impuestos, aranceles y devaluación.



Las dificultades para superar la pobreza y el subdesarrollo son entonces consecuencia del intervencionismo del estado y de la constelación de ideologías que lamentablemente lo sustentan.



Esto no significa que los países en donde opera el intervencionismo no sea posible el crecimiento, sino que la tasa de crecimiento va a ser menor, y tanto menor cuanto menor sea la libertad económica, que si lo comparamos con un caso idéntico excepto en el grado de intervencionismo. De hecho intervencionismo hay en todos los países, en mayor o menor medida. Los críticos del liberalismo económico no comprenden esta dinámica del desarrollo económico, y por lo tanto utilizan incorrectamente los datos de la realidad. Hacen una correlación entre la tasa de crecimiento y el intervencionismo de algunos países (sólo algunos, los que les sirven), y concluyen apresuradamente que los países que más y mejor intervienen les va mejor. Tampoco consideran los efectos de la expansión monetaria en el componente ficticio del crecimiento (el componente ficticio se hace manifiesto cuando al boom económico le sigue la crisis y la depresión económica)



Por ejemplo, China actualmente tiene un nivel de intervención mayor que los países más desarrollados, y sin embargo, crece a tasas muy grandes. Lo cierto es que China ha tenido un crecimiento explosivo por dos motivos:



* un componente genuino derivado no del fuerte intervencionismo que aún subsiste, sino al contrario, del enorme espacio libre que dejaron las reformas liberales. Recordemos que la economía China acaba de salir de un modelo socialista, es decir, con un nivel de injerencia en la economía casi absoluto.



* un componente ficticio derivado de la expansión monetaria (cuyas consecuencias ya se están manifestando en estos días en la caída del índice de la bolsa de Shangai que al momento de escribir este artículo ya lleva una semana de valores negativos consecutivos)



También se suele hacer tendenciosamente una correlación entre el bienestar económico de un país y el intervencionismo, por ejemplo en el caso de diversos países europeos, sin considerar que fueron los períodos de mayor liberalismo económico los testigos de mayor crecimiento de dicho bienestar. El alto grado de intervencionismo en países con un gran nivel de bienestar económico son fenómenos recientes, y lejos de ser el responsable de ese bienestar, es al contrario uno de los factores que desacelera ese crecimiento.



«En 1870, Suecia era más pobre de lo que hoy en día es el Congo. La gente vivía veinte años menos de lo que se vive en la actualidad en los países en desarrollo, y la mortalidad infantil era el doble de la del país en desarrollo promedio. Mis ancestros estaban literalmente muriéndose de hambre. La ausencia de comercio, mercados y comunicaciones en alguna región representaba que el fracaso de una cosecha ahí diera paso a una hambruna. La gente limpiaba los huesos de los pescados y otros animales y hacía sopa de ello.

Si uno hubiera redistribuido todas las propiedades suecas a mediados del siglo XIX, aún así se le habría dado a todos los suecos una vida en la pobreza, al nivel del Mozambique de hoy en día. Pero Suecia se salvó gracias a la liberalización. En unas pocas décadas, un grupo de políticos liberales le dieron a Suecia libertad religiosa, libertad de expresión, y libertad económica, de tal forma que la gente pudiera empezar sus propios negocios y vender y comprar libremente en el mercado.

Un acuerdo comercial con Inglaterra y Francia en 1865 hizo posible que los suecos nos especializáramos. No podíamos producir bien comida, pero podíamos producir acero y madera, y venderlos en el extranjero. Con el dinero que ganábamos podíamos comprar comida. Y debido a que contábamos con un mercado libre, las personas y las compañías tenían que pensar en nuevas y mejores ideas—de otra forma los consumidores le comprarían a otra gente. En 1870 comenzó la revolución industrial en Suecia. Nuevas compañías exportaron a otros países alrededor del globo y la producción creció rápidamente. La competencia forzó a nuestras compañías a ser más eficientes, y viejas industrias fueron cerradas de tal forma que pudiéramos satisfacer nuevas demandas, tales como mejor vestimenta, servicios médicos y educación.

Para 1950, antes de que se forjara el Estado Benefactor sueco, la economía sueca se había cuadruplicado. La mortalidad infantil había sido reducida en un 85 por ciento y la expectativa de vida había aumentado milagrosamente en 25 años. Estábamos en camino a abolir la pobreza. Nos habíamos globalizado.

Aún más interesante es que Suecia creció a una tasa mucho más rápida que la de los países desarrollados con los que comerció. Los salarios en Suecia crecieron de un 33 por ciento del salario promedio de Estados Unidos en 1870 a un 56 por ciento a inicios del siglo XX, aún cuando los salarios estadounidenses habían aumentado considerablemente durante el mismo período.» [J. Norberg, art. cit.]



Por eso es que al buscar una correlación entre el intervencionismo, el bienestar económico y el crecimiento, debemos comprender la dinámica del desarrollo económico si no queremos caer en el simplismo anticapitalista y antiglobalización.

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