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Thursday, May 03, 2007

Libertad, Propiedad Privada y Explotación

A continuación transcribo un fragmento tomado del capítulo 2 del texto The Freedom and The Law, de Bruno Leoni (1961), que me pareció excelente por su claridad y la enorme importancia que tiene el tema, como podrán constatar los lectores. La traducción del original en inglés es mía. Y no está exenta de algunas dificultades, sobre todo en la traducción de las palabras "freedom" y "constrain". La primer palabra puede traducirse al español, dependiendo del contexto de la frase en la que se utiliza, por "libertad", o "libre de". En cuanto a la segunda palabra, "constraint", no existe una en la lengua española que sea equivalente a ella en todo contexto, pero utilizaré en cada caso la que entienda que mejor exprese el sentido de la frase. El significado de "constraint" viene a ser la acción que un individuo ejerce sobre otro en el sentido de limitarle su libertad. Podría traducirse, según el contexto, por coerción, coacción, restricción, etc. Además, con el motivo de que el lector comprenda mejor el sentido de algunas frases en donde aparecen alguna de estas palabras, incluiré cuando juzgue necesario, su original en inglés.




Mises dice que la libertad es un concepto humano. Debemos añadir que es humano en tanto que siempre está implicada alguna preferencia de parte de los hombres. Pero esto no significa que sólo pueda decirse que un hombre es libre del poder de otro hombre. También puede decirse que un hombre es libre de una enfermedad, del miedo, de la necesidad, en tanto dichas expresiones son empleadas en el lenguaje ordinario. Esto ha llevado a algunos a considerar libre de coacción de otros hombres (freedom from other men's constraint) a la par con, digamos, libre de necesidades (freedom from want), sin observar que la segunda clase de libertad puede no tener ninguna relación con la primera. Un explorador puede estar muriéndose de hambre en un desierto al que fue por propia voluntad sin ser coaccionado (without being constrained) por nadie más. Por lo tanto, no es libre del hambre, pero lo es, como lo era antes, completamente libre de la coerción o la coacción de parte de otras personas.

Muchos pensadores, tanto antiguos como modernos, han intentado conectar el hecho de que algunas personas no son libres del hambre o de las enfermedades con el hecho de que otras personas en la misma sociedad no son libres de la coerción de sus semejantes. Por supuesto, esta conexión es obvia cuando alguien está de alguna manera esclavizado por otras personas que lo tratan mal y lo conducen a la muerte, por ejemplo, por medio del hambre. Pero esta conexión no es tan obvia cuando las personas no están esclavizadas por otras. Sin embargo, algunos pensadores han creido erróneamente que siempre que alguien carece de algo que necesita o simplemente desea, ha sido injustamente privado de él por las personas que sí lo tienen.

La Historia abunda tanto en ejemplos de violencia, robo, invasión de tierras, y así sucesivamente, que muchos pensadores se han sentido justificados en decir que el origen de la propiedad privada es simplemente la violencia y que por lo tanto debe ser tomado como irremediablemente ilícito tanto en el presente como en los tiempos primitivos. Los Estoicos, por ejemplo, imaginaron que toda la tierra en el planeta era, originariamente, común a todos los hombres. Denominaron a esta condición originaria, communis possessio originaria. Ciertos Padres de la Iglesia Cristiana, particularmente en los países latinos, se hicieron eco de esta suposición. Así, San Ambrosio, el famoso arzobispo de Milán, pudo escribir en el siglo V que mientras la naturaleza ha provisto que todas las cosas sean comunes a todos, los derechos de propiedad privada eran debidos a la usurpación. Citaba a los Estoicos, que mantenían, al igual que él, que todo en la tierra y en los mares fue creado para el uso común de todos los hombres. Un discípulo de San Ambrosio, llamado el Ambrosiaster, dice que Dios le dio todo en común a los hombres y que eso se aplica tanto al sol y a la lluvia como a la tierra. Lo mismo dice San Zeno de Verona (de quien toma el nombre una de las más magníficas iglesias del mundo) en referencia a los hombres en los tiempos más remotos: No tenían propiedad privada, sino que tenían todo en común, como el sol, los días, las noches, la lluvia, la vida, y la muerte, y todo eso se les ha dado en igual grado, sin excepción, por la divina providencia. Y el mismo santo agrega, obviamente aceptando la idea de que la propiedad privada es el resultado de la coerción y la tiranía: El propietario privado es sin duda similar a un tirano, al tener sólo para él mismo el control total de cosas que podrían ser útiles a muchas otras personas. Casi la misma idea puede ser encontrada, algunos siglos más tardes en los trabajos de algunos canónicos. Por ejemplo, el autor de la primer sistematización de las normas de la Iglesia, denominada decretum Gratiani, dice: Cualquiera que esté determinado a mantener para sí más cosas que las que necesita es un ladrón.

Los socialistas modernos, incluyendo a Marx, simplemente han producido una versión revisada de la misma idea. Por ejemplo, Marx distingue varias etapas en la historia del hombre: una primer etapa, en la cual las relaciones de producción han sido de cooperación, y una segunda etapa, en la cual algunas personas adquirieron por primera vez el control de los factores de producción, colocando por lo tanto a una minoría en la posición de ser alimentado por una mayoría. El viejo arzobispo de Milán hubiera dicho en un lenguaje menos complicado y más efectivo: La naturaleza es responsable de la ley de las cosas en común; la usurpación es responsable de la ley privada.

Por supuesto, podríamos preguntar cómo es posible hablar de "cosas comunes a todos". ¿Quién decreta que todas las cosas son comunes a todos los hombres, y por qué? La respuesta usual dada por los Estoicos y sus discípulos, los Padres Cristianos en los primeros siglos después de Cristo, era que, tal como la luna y el sol y la lluvia son comunes a todos los hombres, entonces no hay razón para decir que otras cosas, como la tierra, no son también comunes. Estos defensores del comunismo no se preocupan de hacer un análisis semántico de la palabra "común". De otra manera hubieran descubierto que la tierra no puede ser común a todos los hombres en el mismo sentido en el que lo son el sol y la luna, y que por lo tanto no es lo mismo dejar cultivar tierra en común que dejarles usar la luz de la luna o la luz del sol o el aire fresco cuando salen a caminar. Los economistas modernos explican la diferencia indicando que no hay escasez de la luz de la luna o del sol, mientras que sí hay escasez de tierras. A pesar de la obvia naturaleza de esta afirmación, una pretendida analogía entre objetos escasos como la tierra arable y cosas abundantes como la luz de la luna ha sido siempre una buena razón a los ojos de muchos para sostener que los desposeídos han sido coaccionados por los poseedores, que estos últimos han privado ilícitamente a los primeros de ciertas cosas originalmente en común a todos los hombres. Pienso que la confusión semántica en el uso de la palabra "común" introducida por los Estoicos y los primeros Padres Cristianos en esta conexión, ha sido mantenida por los modernos socialistas de todas clases y colores desde el comienzo, y se manifiesta particularmente en tiempos recientes, en usar la palabra "libertad" en un sentido equívoco que relaciona "libre de necesidades" con "libre de la coerción de otros".

Esta confusión está conectada, a su vez, con otra. Cuando un comerciante o un doctor o un abogado espera tener clientes, cada uno de ellos puede sentirse dependiente de éstos últimos en su nivel de vida. Esto es cierto. Pero si ningún cliente apareciera, sería un abuso del lenguaje afirmar que los clientes que no aparecen coaccionan al comerciante o al doctor o al abogado para morirse de hambre. De hecho, no se puede decir que alguien haya coercionado a alguno de ellos a partir del hecho de que ningún cliente haya aparecido. Para poner las cosas en los términos más sencillos, los clientes no existen de ningún modo. Si ahora suponemos que aparece un cliente y ofrece un honorario muy pequeño al doctor o al abogado, no es posible decir que este particular cliente esté coercionando al doctor o al abogado para aceptar dicho honorario. Podremos despreciar a un hombre que sabe nadar y que no hace nada por salvar a otro que parece estar ahogándose en un río, pero sería un abuso del lenguaje afirmar que en el hecho de no salvarlo estaría coaccionando al último para que se ahogue. En esta conexión, tengo que estar de acuerdo con un famoso jurista alemán del siglo XIX, Rudolph Jhering, que estaba indignado por la injusticia del argumento adelantado por Porcia contra Shylock y en defensa de Antonio en la obra de Shakespeare El mercader de Venecia. Podremos despreciar a Shylock, pero no podemos decir que coaccionó a Antonio o a cualquier otro a aceptar los términos de un contrato con él, contrato que implicaba, bajo las circunstancias, la muerte del último. Lo único que Shylock buscaba era sólamente coaccionar a Antonio a respetar el contrato después de haberlo firmado. A pesar de estas obvias consideraciones, la gente usualmente se inclina en juzgar a Shylock de la misma manera que juzgaría a un asesino y condena a los usureros como si fueran ladrones o piratas, aunque ni Shylock ni ningún otro usurero ordinario pueden ser acusados de coaccionar a nadie a que se acerquen a él a pedir dinero a las tasas de interés del usurero.

A pesar de esta diferencia entre "coacción" en el sentido de algo ejercido para causar daño a otro en contra de su voluntad, y la conducta como la de Shylock, mucha gente, especialmente en los últimos cien años en Europa, han intentado inyectar en el lenguaje ordinario una confusión semántica con el resultado de que alguien que nunca ha ejercido un acto definido en favor de otros y que por lo tanto no hace nada en beneficio de ellos es censurado por su pretendida "omisión" y es culpado como si hubiera coaccionado a otros a hacer algo en contra de su voluntad. Esto no está, en mi opinión, en acuerdo con el uso propio del lenguaje ordinario en todos los paises con los cuales estoy familiarizado. Uno no "coacciona" a alguien si simplemente se abstiene de hacer en su beneficio algo con lo que no está de acuerdo.

Todas las teorías socialistas de la llamada explotación de los trabajadores por sus empleadores y, en general, de los desposeidos por parte de los poseedores están, en última instancia, basadas en esta confusión. Siempre que los historiadores de la Revolución Industrial en Inglaterra en el siglo XIX hablan sobre la "explotación" de trabajadores por empleadores, hablan implícitamente de esta idea de que los empleadores están ejerciendo alguna clase de coerción contra los trabajadores para lograr que acepten salarios pobres por trabajos duros. Cuando los estatutos tales como el Acta de Disputas Mercantiles (Trade Disputes Act) de 1906 en Inglaterra otorgaron a las uniones sindicales mercantiles el privilegio de coaccionar a los empleadores a aceptar sus demandas mediante actos desleales, la idea era que los empleados eran el grupo más débil y que por lo tanto podían ser "coaccionados" por los empleadores a aceptar bajos salarios en lugar de altos. El privilegio otorgado por el Acta de Disputas Mercantiles se basó en el principio familiar a los liberales europeos del momento, y que corresponde también al significado de "libertad" tal cual es aceptado en el lenguaje ordinario, de que uno es "libre" cuando puede coaccionar a otros para que se abstengan de coaccionar a uno. El problema fue que, mientras que la "coacción" otorgada como privilegio a las uniones sindicales por el Acta tenía el significado usual de esta palabra en el lenguaje ordinario, la "coacción" para el cual este privilegio fue pensado como forma de prevenirla de parte de los empleadores no fue entendida en el sentido que esta palabra tenía y aún tiene en el lenguaje ordinario. Si consideramos las cosas desde este punto de vista, debemos estar de acuerdo con Sir Frederick Pollock. quien escribió en su Law of Torts que evidentemente la ciencia de las leyes no ha tenido nada que hacer frente a la violenta operación empírica sobre el cuerpo político que la legislatura británica pensó adecuado ejercer por medio del Acta de 1906. Debemos decir también que el uso ordinario del lenguaje no tiene ninguna relación con el significado de "coacción" que pareció adecuado a los ojos de los legisladores británicos, para infligir en el cuerpo político una operación violenta de este tipo.

Historiadores desprejuiciados como el profesor T.S. Ashton, han demostrado que la situación general de las clases pobres de la población inglesa luego de las guerras napoleónicas fue debido a causas que no tienen ninguna relación con el comportamiento de los empresarios de la nueva era industrial en ese país, y que su origen es rastreable más lejos en el tiempo, en la historia antigua de Inglaterra. Es más, los economistas han demostrado en diversas ocasiones, tanto aduciendo argumentos de naturaleza teórica como examinando datos estadísticos, que los buenos salarios dependen de la relación entre el nivel de capital invertido y el número de trabajadores.

Pero este no es el punto principal de nuestro argumento. El punto es que si uno le da al término "coacción" significados tan diferentes como los que acabamos de ver, podría fácilmente concluir que los emprendedores en los tiempos de la Revolución Industrial en Inglaterra estaban "coaccionando" a la gente a habitar, por ejemplo, en casas viejas y nada saludables sólo porque no construyeron para sus trabajadores una cantidad suficiente de casas nuevas y adecuadas. En el mismo sentido, podríamos decir que los industriales que no hacen grandes inversiones en maquinaria, sin importarles las ganancias que puedan obtener, están "coaccionando" a sus trabajadores a contentarse con bajos salarios. De hecho, esta confusión semántica es acogida por propagandas diversas y por grupos de presión interesados en hacer definiciones persuasivas tanto de "libertad" como de "coerción". Como resultado, las personas pueden ser censuradas por la "coerción" que supuestamente ejercen sobre otras personas con las cuales nunca han tenido nada que ver. Así, la propaganda de Mussolini y Hitler antes y durante la Segunda Guerra Mundial incluía el aserto que las personas de otros países localizados tan lejos de Italia y Alemania como, digamos, Canadá o Estados Unidos, "coaccionaban" a los italianos y los alemanes de tener que conformarse con sus pobres recursos materiales y sus comparativamente pequeños territorios, aunque nunca una sola milla cuadrada del territorio de Alemania o Italia hayan sido tomados por Canadá o Estados Unidos. De la misma manera, luego de la última Guerra Mundial, se nos decía a mucha gente, especialmente desde aquellos pertenecientes a la "intelligentsia" italiana, que los ricos terratenientes del sur de Italia fueron directamente responsables de la miseria de los trabajadores pobres, o que los habitantes del norte de Italia eran responsables por la depresión del sur profundo, aunque ninguna demostración pudo ser seriamente ofrecida para probar que la riqueza de ciertos terratenientes en el sur de Italia fuera la causa de la pobreza de los trabajadores, o que el razonable estándar de vida de la que disfrutaba la gente del norte de Italia fuera la causa de la ausencia de tal estándar en el sur. La suposición bajo todas estas ideas era que los "poseedores" del sur de Italia estaban "coaccionando" a los desposeidos para hacer una vida pobre, en la misma manera de que los habitantes del norte de Italia "coaccionaban" a los del sur en contentarse con los ingresos agrícolas en lugar de aquellos provenientes de la industria. Debo puntualizar que una confusión semántica similar yace bajo muchas de las demandas sobre los pueblos de Occidente (incluyendo los Estados Unidos) y las actitudes adoptadas hacia ellos por los grupos dominantes en ciertas colonias antiguas como India o Egipto.

Esto resulta en ocasionales disturbios, manifestaciones, y toda clase de acciones hostiles de parte de gente que se siente "coaccionada". Otro resultado no menos importante es la serie de actas, estatutos, y provisiones, tanto a nivel nacional como internacional, designados para ayudar a personas supuestamente "coaccionadas", con el objeto de contraponerse a esta "coacción" mediante dispositivos legalmente dispuestos, privilegios, otorgamientos, inmunidades, etc.

De esta manera, una confusión de palabras causa una confusión de sentimientos, y ambas reaccionan recíprocamente sobre la otra con el resultado de confundir las cosas más aún.

No soy tan ingenuo como Leibniz, que supuso que muchas cuestiones políticas y económicas podrían ser resueltas no por disputas (clamoribus) sino por alguna clase de cálculo (calculemus) a través del cual sería posible para todos los involucrados en ponerse de acuerdo al menos en principio acerca de los temas en discusión. Pero sí sostengo que una clarificación semántica es posiblemente mucho más útil de lo que comúnmente se cree, si tan sólo la gente se colocara en posición de beneficiarse de ella.

8 comments:

  1. Muy bueno el blog, lo estoy leyendo de a poco porque los posts son bastante largos...

    Sobre el tema este del que habla Bruno Leoni sobre las confusiones semánticas. Es en el último párrafo en el que llega al punto: se trata de una disputa política. Eso lleva a que cada parte trate de justificar sus actos y situarse en papel de víctima y dueña de la razón.

    Es así que la discusión sobre el significado de la palabra "coacción" se vuelve irrelevante. Para cada bando, lo único que importa es justificar sus acciones con argumentos medianamente razonables y que puedan convencer. Esto sucede siempre que existe un conflicto de prácticamente cualquier tipo.

    Por ejemplo: Estados Unidos ataca a Irak para defenderse contra el terrorismo y llevar la libertad. Los insurgentes iraquíes se defienden contra un invasor. Ambas posturas tienen sus argumentos a favor y demás, pero lo cierto es que no importa demasiado porque no se trata de una discusión teórica sino de una lucha.

    Lo mismo sucede en el plano de las idelogías políticas: los socialistas le dan un significado propio a la palabra coacción y los liberales otra. Pero en realidad no importa quién tiene razón, importa quien logra imponer su verdad.

    Analizar quién de los 2 tiene razón, en cada caso es irrelevante, lo único que importa es ver quién prevalece.

    Leoni comete el error de ver todo el asunto desde un punto de vista positivista. El cree que el ser humano se pondrá de acuerdo en el significado racional de un concepto. Esto no es así. Cada bando utilizará la palabra "coacción" a su antojo y lo mismo sucederá con otras palabras como "libertad", "bienestar" y demás.

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  2. ojo! carlos.

    Leoni no piensa eso. Es más, hasta es en última instancia irrelevante si las personas se ponen o no de acuerdo en el concepto de libertad y coerción. Lo que importa en este texto es cómo Leoni pone en evidencia las contradicciones lógicas, es decir, semánticas, del discurso comunista sobre la libertad. Y cómo esas confusiones semánticas llevan a confusiones teóricas que pueden usarse en contra mismo de ese discurso.

    Por otro lado, en cuanto al positivismo que le atribuís a Leoni, esto no es así. De hecho Leoni argumenta muy sofisticada y seriamente en contra del positivismo y en favor del derecho consuetudinario (incluso hasta mostrando que históricamente todos los avances jurídicos y económicos provienen de fenómenos consuetudinarios, lo que no es lo mismo que consensuado). Hay otros posts más abajo sobre el tema. Pero es necesario leer toda la obra de Leoni para comprender esto. Este post es tan sólo un fragmento de su texto, del cual ni siquiera se puede deducir que sea positivista.

    salu2 y bienvenido a mi blog.

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  3. Está claro que mi comentario era en base a lo que leí en el post. No conozco la obra de Leoni y no sé cuál es su pensamiento.

    Lo que digo se basa principalmente en esto:

    "Pero sí sostengo que una clarificación semántica es posiblemente mucho más útil de lo que comúnmente se cree, si tan sólo la gente se colocara en posición de beneficiarse de ella".

    Entiendo que cuando dice "una clarificación semántica", se refiere a llegar a un acuerdo sobre el significado de la palabra "coacción".

    Cuando dije que era una postura positivista simplemente era porque me parecía que tenía demasiada fe en el raciocinio de la gente. No es la razón lo que determina el curso de una disputa, a no ser que se considere el triunfo como una razón en sí misma.

    Quiero aclarar que me parece correcto el razonamiento de Leoni y el significado que le otorga a la palabra "coacción". Pero a pesar de ello, no creo que le sirva de mucho.

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  4. Yo creo que sí, que la razón determina el curso de una disputa. Lo que pasa que no es necesariamente lo único que interviene.

    Ahora, el que no quiera atenerse a la razón, que se atenga a las consecuencias de actuar caprichosamente. Eso es lo que interpreto en las palabras de Leoni. No está dándole fé a la razón para resolver todas las disputas, simplemente está diciendo que si se colocaran en posición de beneficiarse de su uso, les iría mejor.

    Por otro lado, los principios tradicionales del derecho, aquellos que han surgido de la interacción consuetudinaria y han evolucionado hasta nuestros días, y nos han permitido llegar hasta donde llegamos, han sido producto de la razón, no de actos legislativos o de fuerza. A lo más la legislación los ha incluido en su cuerpo. Y lamentablemente, con las consecuencias negativas que esto ha implicado.

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  5. Y antes que Leoni ya estaba Confucio...

    Confucio dijo: La legenelación de la sociedad ha de empezal por la lectificación de los nombles. Si los nombles no son colectos, las palablas no se ajustan a lo que leplesentan, y si las palablas no se ajustan a lo que leplesentan, las taleas no se llevan a cabo... y el pueblo no sablá cómo oblal.
    *********

    ¿Y cómo se descubren los nombres correctos de las cosas? Confucio responde: Plegunta a tus antepasados. [Traducción: mira la tradición/sigue las costumbres]
    **********

    Por lo que a mí toca, no soy platónico [no hay esencias de las cosas ni, por tanto, "definiciones verdaderas"], ni conceptualista (como Confucio) [las esencias no están tampoco en la mente individual o colectiva]. Así que debo ser nominalista (nihilista)... no hay cuarta opción. Aunque me gusta más la variante de Georgias que la de Humpty-Dumpty: http://anarcofago.blogspot.com/2005/11/contra-humpty-dumpty-wg.html

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  6. "Yo creo que sí, que la razón determina el curso de una disputa".

    Fijáte el Estado uruguayo. A mí entender no tiene la razón de su lado. Sin embargo gobierna.

    De cualquier forma esperemos que sea como decís, y que a la larga prevalezca la razón, aunque para ser sincero lo veo difícil.

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  7. William, es un poco de cada cosa. El lenguaje es mucho más complejo que hablar de nominalismo, conceptualismo, o platonismo o humpty-dumptysmo.

    Gorgias de Leontinos tiene algo de razón. Pero lo que dice no es suficiente. Porque hay mucho más que eso.

    Las palabras y sus significados evolucionan consuetudinariamente. Eso no significa que carezcan de arbitrariedad. También tienen su componente arbitrario. Y esa arbitrariedad además es la razón por la cual existe la necesidad de esa coordinación consuetudinaria.

    Es la misma arbitrariedad en la moral y las acciones de los hombres que ha llevado a la necesidad de coordinar las acciones por medio de la ley consuetudinaria, la cual en el día de hoy ha sido sustituida en gran medida por la legislación.

    Además, como tal, el proceso de construcción del lenguaje es evolutivo. Con lo cual también es muy útil recurrir a los antepasados, como dice Confucio, muchas veces los cuales han resuelto los problemas linguisticos antes que otros que han cambiado significados y generado líos linguísticos, de la misma manera que algunos han vuelto atrás al inventar el comunismo, al reinventar el trueque, al querer eliminar la división social del trabajo, etc.

    Y también es muy útil hacer análisis semánticos, como hace Leoni, para poner en evidencia el lío linguístico.

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  8. carlitos, justamente, porque ahí aparece el estado, es decir, la legislación, y se anula la ley consuetudinaria. Se sustituye la razón por la fuerza.

    Esa es precisamente el centro de la tesis de Leoni.

    Qué prevalecerá, si la razón o la fuerza, depende de cuán capaces sean las personas de prescindir del aparato estatal para establecer leyes.

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