Pages

Sunday, April 01, 2012

Reflexiones praxeológicas I: Los efectos de la redistribución sobre el mercado


Imaginemos el siguiente escenario: un vendedor de electrodomésticos, y un potencial comprador, que quiere comprar un televisor que cuesta 500$, pero sólo tiene 200$ en la mano. Si ahora el vendedor le da 300$ al comprador para que éste pueda comprar el televisor, y la compra finalmente se concreta, nadie podría decir que el vendedor salió ganando porque vendió un televisor que antes no podría haber vendido. Pues es claro que lo que acaba de suceder en realidad es que el vendedor obtuvo tan sólo 200$ a cambio del televisor, en lugar de 500$. El cliente salió ampliamente favorecido en perjuicio del vendedor.

Un ejemplo apenas más complejo: un vendedor de verduras que ofrece el kilo de tomates a 50$, y un comprador, que quiere llevarse 2 kilos, pero sólo tiene 50$. Si el vendedor le da 50$ al comprador para que éste se lleve 2 kilos en lugar de uno, y la compra se concreta, el resultado final es claramente que el vendedor ciertamente vendió el doble, pero a cambio no obtuvo el doble, sino lo mismo que si hubiera vendido sólamente un kilo. Es decir, regaló el otro kilo de tomates.

Siguiente paso: una economía cerrada de X empresas en diferentes áreas económicas, e Y trabajadores trabajando en ellas. Las empresas, por la razón que sea, aumentan los salarios a todos los trabajadores. Supongamos para simplificar que todos los salarios aumentaron 200$. Ahora, todos los trabajadores van a poder comprar 200$ más a las empresas, que por tanto van a vender más. Pero es claro que a cambio de lo que venden, van a obtener menos. Si, a los efectos gráficos, suponemos que los gastos adicionales de los trabajadores se reparten de forma homogénea sobre las diversas empresas, cada nueva empresa va a vender mercadería extra por un valor de 200$, pero no obtuvo realmente esos 200$. El fabricante de televisores vendió más televisores, pero no obtuvo un sólo peso más, es decir, en realidad regaló parte de su producción. Lo mismo el productor de tomates, el propietario de la fábrica textil, o el propietario del hotel.

Si introducimos el hecho de que los empresarios también son consumidores, podemos razonar sobre dos nuevas vías de caso extremo: asumir que van a consumir 200$ menos mensualmente, o asumir que tienen suficiente dinero como para sostener el ritmo de consumo que llevaban. En el primer caso, el consumo total de la economía (el de los empresarios más el de los trabajadores) es la misma que antes del aumento. En el segundo caso, ciertamente en total se consume más, pero a costa de los ahorros de un grupo. En la realidad sería algo intermedio entre los dos extremos. Pero sea como sea, nada cambia el hecho de que los empresarios no se ven beneficiados por el mayor consumo, sino al contrario, se ven perjudicados exactamente en la misma medida.

Si agregamos el hecho de que los trabajadores también eventualmente ahorran y no gastan todo lo que ganan, y suponemos el caso extremo en que ahorran los 200$ extra que reciben, los empresarios ya no pierden la mercadería por valor de 200$ mensuales. Pero de todas formas ahora perciben 200$ menos mensualmente. Es decir, sea como sea, salieron perdiendo. O pierden mercadería por 200$, o pierden los 200$, o pierden X pesos más mercadería por 200$ - X. En total, siempre terminan perdiendo 200$ en términos contables, sin importar si se consume más o no, como resultado de los mayores salarios establecidos de este modo1.

Exactamente lo mismo sucedería en caso de una economía abierta, donde los trabajadores pudieran comprarle a empresas de afuera del círculo. Si parte o el total del salario extra destinado a consumo se vuelca hacia el producto de otros empresarios y no hacia los del círculo, lo que éstos recuperen en dinero, lo pierden en mercadería. Al final siempre va a haber una pérdida de 200$ que corresponde a la pérdida inicial, y eso no se recupera como consecuencia del mayor consumo de los trabajadores.

No importa cómo los trabajadores utilicen el salario adicional, a quién le compren, a quien no, en qué cantidad, cuánto ahorren. Se mire como se mire, por más compleja que sea la red, cada peso más que el empresario le pague al trabajador, es un peso que el empresario pierde.

Así de evidente que al lector pueda resultarle todo esto ahora que siguió el razonamiento, lo cierto es que muchas ideas económicas de carácter redistribucionista se fundamentan en la falacia que acabamos de exponer: que a los empresarios les conviene pagar más a sus trabajadores porque así ellos salen ganando con más ventas, y con ello se favorece a toda la economía. Esta falacia comete el error de creer que más consumo es más ganancia, lo cual es también el mismo defecto detrás de las teorías keynesianas y derivadas2. Y el centro de esta falacia en particular es asumir que toda mercadería que sale del stock de una empresa es una ganancia, cuando en realidad es una pérdida. La ganancia no es la mercadería que sale, sino la diferencia entre el costo de la mercadería que sale, y el dinero que entra como consecuencia de su venta. Pero es claro que si sale más mercadería pero no entra más dinero en contrapartida, se está generando una pérdida.

La situación se vuelve algo más compleja de resolver si agregamos factores tales como que el empresario, al mismo tiempo que aumenta los salarios, también aumenta sus precios. En un próximo capítulo de esta serie, demostraremos que tales acciones sólo son posibles si agregamos un nuevo factor... la emisión monetaria. De esta forma derribaremos también otras falacias muy de moda en los países con gobiernos populistas.

Notas
[1] Veremos más adelante que la única manera de que los salarios crezcan al mismo tiempo que la economía, es mediante los procesos de mercado.
[2] La falacia de la ventana rota, que expondremos en alguna otra entrega, y que está emparentada con la que expusimos aquí.

No comments:

Post a Comment