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Sunday, February 17, 2008

Inversión privada versus inversión pública

Es significativo lo absurdo de los argumentos en favor de la necesidad de la inversión pública que se maneja tal vez como uno de los pocos refugios que religiosamente mantienen los defensores del estado.

El carácter absurdo de dichos argumentos comienza ya en la propias contradicciones que existen entre los mismos, pues se niegan unos a otros.

Un primer frente de ataque a este conjunto de argumentos lo presenté antes en mi artículo del 26 de junio del año pasado, Los monopolios públicos y las regulaciones en el sector energético: un mal endémico de las sociedades de hoy. En este artículo se echó por tierra el clásico argumento de la izquierda más radical de la necesidad de que el estado tenga monopolios de ciertas "áreas estratégicas". De manera resumida, lo que se cuestionó allí fue la idea de son necesarios los monopolios del estado para brindar servicios en áreas estratégicas, es decir, de mayor importancia para la población, porque si viene la competencia podría dar malos servicios y muy caros, y hacerle la competencia a los servicios públicos y destruirlos. Pero aquí algo no cierra. Si la competencia diera malos servicios y muy caros, ¿cómo competirían con los servicios públicos? ¿por qué los consumidores los eligirían? En un marco de libre mercado, sobreviven las empresas elegidas por los consumidores. ¿No será que con el estatus de monopolio en realidad se quiere proteger a las empresas públicas de la competencia proveniente de empresas más eficientes, menos costosas, y de mejor calidad?

Si bien otros argumentos en favor de la necesidad de las inversiones públicas discurren por otro camino, están enlazados por una idea fundamental: que se necesita un estado que haga por la sociedad lo que las empresas no son capaces de hacer. En el cuestionado argumento anterior, es claro que esa es la idea principal.

En realidad, como veremos, y esta es la idea de fondo que no debe perderse para comprender en entuerto intelectual, los estatistas no necesitan un estado que haga por la sociedad lo que las empresas no hacen, sino que necesitan un estado que obligue (por medio del uso de la fuerza o de la amenaza de su uso) a las personas a hacer por otras personas lo que nadie (o una cantidad insuficiente de personas) haría voluntariamente. Y con esto empieza a destaparse la olla de las verdaderas intenciones de quienes defienden la necesidad de la inversión pública. A esta idea guía debemos agregar dos preguntas:

1) ¿por qué alguien no haría algo voluntariamente?
2) ¿por qué hay que obligar a hacerlo?

Hemos empezado entonces mostrando el absurdo del argumento estatista de la necesidad de los monopolios públicos. Y aquí se ve una primera contradicción con el otro planteo que se hace frecuentemente: que con la necesidad de imponer un monopolio, están implícitamente aceptando la idea de que los privados también pueden ofrecer lo que ofrece el estado (y de mejor manera, puesto que en caso contrario no sería necesario proteger al servicio público de su competencia).

Por supuesto, hay personas en apariencia un poquito más consistentes, que llevados a este punto cambian sus argumentos y de repente sostienen que la inversión pública es necesaria, pero admiten que el estado no debe imponer monopolios. Y es a la clase de argumentos que manejan estas personas a las que me voy a dedicar aquí, como continuación al artículo de los monopolios públicos.

Razonemos, pues. ¿Por qué los privados no brindarían un servicio dado? En esto estamos perfectamente de acuerdo con los mismos que defienden al estado: porque no es lucrativo. Si fuera lucrativo, lo harían.

Sin embargo, para el ideario socialista, esto es justamente lo que está mal. Pero escarbemos un poco en el problema de manera analítica, y no con la superficialidad moralista[1] característica de dicho ideario. Si no fuera lucrativo, significa que dicho servicio genera pérdidas. Y si dicho servicio genera pérdidas, ¿quiénes pagan esas pérdidas? Si el servicio es público, como pretenden, lo pagamos todos a través de los impuestos. El estado no hace magia, no obtiene recursos de la nada, ni da nada noblemente. Los obtiene quitándoselos a los contribuyentes, apropiándose de parte del producto de su trabajo (plusvalía, dirían los propios marxistas [2]). Es decir, si un servicio no es lucrativo, que el estado se dedique a brindarlo no es un beneficio para la sociedad. Al contrario: es una carga.

¡Y qué carga! Desde enero hasta octubre de 2007, por ejemplo, el estado ha transferido a las empresas públicas más de 1100 millones de dólares. ¿Por qué? ¿Dónde está eso del servicio a la sociedad que las empresas privadas no son capaces de ofrecer? Todos los servicios referidos tienen competencia de privados, y los que no lo tienen son porque el estado los monopoliza a la fuerza. ¿Y dónde está el beneficio a la sociedad, si estamos yendo a pérdida? Con el dinero que nos roba el estado para financiar sus empresas (que para muchos ingenuos son empresas "de todos") podríamos pagar los servicios privados perfectamente, que de todas formas pagamos porque preferimos hacer uso de ellos antes que los servicios públicos. Además ¿de dónde creen que viene la deuda externa que los estados mantienen con los organismos internacionales de crédito?

Una salida anunciada de los defensores de la inversión pública es que éste debe proveer servicios baratos o gratis a aquellos que no tienen suficientes recursos para pagarlos. Bueno, este para empezar no es el caso de varias de las empresas públicas. Ellas también cobran tarifas, y nada desdeñables por cierto. Pero aún si nos centramos en los casos en que es cierto que proveen servicios baratos, si son servicios que van a pérdida, van a pérdida de todos. El estado no hace más que robarle a la sociedad, para devolverle parte de lo robado y así dar la ilusión de que es necesario el estado para proveer servicios a quienes no lo pueden pagar. Pero detrás de la existencia de quienes no lo pueden pagar está el propio robo del estado. En forma directa o indirecta, ellos también pagan impuestos. Y la propia existencia de impuestos y otras intervenciones del estado en la economía genera altos niveles de desempleo. Es entonces el propio estado el que está en gran parte en el origen de todo el problema.

Pero aún siendo suficientes los argumentos económicos, se puede atacar también este punto con argumentos morales. Si quienes dicen que el estado es necesario para transferir recursos desde los que tienen a los que no lo tienen, están convencidos de que esto es así, entonces que sean ellos los que paguen los impuestos. Mis argumentos contra el estado no implican prohibir a nadie a ser "solidario". Cualquiera puede ser solidario sin estado. El problema es que a quienes no creemos en esas historietas del siglo XIX y estamos convencidos que el desarrollo y la mayor riqueza para todos no proviene del estado sino de la mayor libertad de mercado con un estado lo más chico posible (y mucho mejor si no existe), se nos impone esa visión y se nos obliga a adoptarla.

En realidad, en el origen y sostén discursivo de toda esta ideología sigue prevaleciendo una forma de legitimar la existencia del poder político. Todas estas ideas no provienen de "la masa", del "pueblo". Provienen de líderes políticos e intelectuales que sienten gran placer en ser influyentes y poderosos sobre la masa, en ser aplaudidos, reconocidos, famosos. O incluso sostenidos económicamente. ¿Qué harían tantos "intelectuales" sin los subsidios del estado? Y la política es un medio de vida y un instrumento de protección de las empresas propias y de amigos, o de protección de las acciones mafiosas de los sindicatos. Los políticos lucran de los impuestos, del tráfico de influencias, y para eso necesitan de una sociedad ingenua que los cree necesarios. Pero los cree necesarios tan sólo ideológicamente. Porque todos nosotros podremos creer necesario comprar algo y después darnos cuenta que no es así. Pero cuando compramos algo lo compramos voluntariamente. Si creemos que necesitamos un servicio o un producto, a cambio lo pagamos sin que nadie nos obligue. Pero no sucede lo mismo con nuestra relación con el estado. Si tan necesarios son los servicios que nos proveen los políticos ¿por qué no los pagamos voluntariamente? ¿por qué necesitan que se nos haga pagar a la fuerza o bajo la amenaza de su uso? Si no queremos pagar a una comercio por algo, no lo pagamos y listo. Y tampoco el comerciante nos va a dar el producto. Y asunto resuelto. Pero si no pagamos al estado, vamos a la cárcel.

No queda mucho por hablar sobre este asunto, pero a veces se intenta "demostrar" que las inversiones públicas son necesarias dando algunos ejemplos de inversiones públicas que fueron "exitosas".

Todos los casos que se puedan presentar tienen la misma forma y se atacan de la misma manera. Un ejemplo clásico es internet. Veamos:

Que el estado haya dado con inversiones exitosas, no significa que el estado sea necesario. Los privados hacen lo mismo todo el tiempo y a niveles extraordinarios. Además ¿cuál es el argumento manejado aquí? Porque lo único que diferencia al estado de los privados en este sentido, es que mientras que los privados arriesgan su propio dinero, el estado arriesga el dinero de todos. ¿Qué me responderían esos mismos defensores de la inversión pública si hablamos de permitir que una empresa privada saquee a la gente para financiar sus proyectos, bajo amenaza de uso de la fuerza con una milicia propia? Dirían: es monstruoso, es la pesadilla corporativista-capitalista por excelencia. Pues esa monstruosidad es la que ellos mismos defienden.

Más allá de lo fantasioso y mitológico, no sirve decir que la gente que trabaja en el estado tiene una mayor visión de las cosas que el común de la gente no tiene, y por eso hay que obligar a la gente a pagar. Con ese criterio podemos justificar las mismas acciones para una enorme cantidad de empresas privadas. Sin embargo, en la historia del hombre han habido una enorme cantidad de visionarios que arriesgaron SUS PROPIOS recursos y con ellos hicieron una gran fortuna y elevaron el nivel de vida de enormes porciones de población, sin necesidad de forzar a la gente a financiar sus proyectos.

De hecho, peor aún, estrictamente hablando, los contribuyentes no financian nada, sino que cargan con todo. Puesto que incluso cuando algún proyecto del estado llegue a resultar exitoso, los contribuyentes no reciben a cambio el retorno por ninguna inversión. Y en muchos casos, como por ejemplo arpanet, ni siquiera son los destinatarios de esas inversiones. En cambio el sistema privado es diferente. Quienes financian proyectos lo hacen poque apuestan a que su inversión va a recibir retornos mayores a lo adelantado. Y por todo esto el capitalismo es tan eficiente y el estado no. Primero, porque gracias a esto nunca va a faltar capital voluntario para financiar proyectos con potencial. Segundo, porque en caso de fracaso, la carga es sólo para quienes voluntariamente capitalizaron el proyecto.

Que el lector juzgue por sí mismo el enorme abismo moral entre los que defienden la inversión pública y quienes defendemos la inversión privada. Y que juzgue también las evidentes inconsistencias lógicas de los primeros.

Antes de terminar, quiero hablar concretamente del caso de internet, que es manejado repetitivamente como ejemplo de por qué es necesario el estado. Ya acabamos de ver que aún si hubiese sido un proyecto exitoso, el ejemplo no demuestra que las inversiones públicas sean necesarias, pues al contrario, son innecesarias y muy costosas para la sociedad.

Pero lo cierto es que el predecesor estatal de internet, es decir, arpanet, no fue para nada un proyecto de visionarios que vieron antes que las empresas privadas su potencial. Arpanet fue un proyecto militar, con propósitos exclusivamente militares, para satisfacer necesidades militares. Y nada más que eso. Si en los tiempos de arpanet las empresas aún no empezaban a interconectarse entre sí, fue sencillamente porque las empresas no estaban aún suficientemente informatizadas, y porque sus recursos se dirigían a inversiones más necesarias y a pagar los impuestos (en gran parte para financiar recursos militares. Entre ellos, arpanet).

Pero tan pronto surgió la necesidad, y a medida que las empresas se informatizaban y los recursos de las empresas eran suficientes, las empresas empezaron a interconectarse con una gran variedad de medios. Parte de dichas empresas y universidades, empezaron a utilizar la infraestructura de arpanet. Y ahí comenzó a nacer internet. Pero salvo el backbone de arpanet, los recursos de interconectividad eran constantemente desarrollados y financiados por privados, no por el estado. Incluso rápidamente los distintos nodos empezaron a interconectarse por fuera del backbone.

El Dios Estado no vio nada antes que los privados. El Dios Estado no "financió" ni creó nada que los privados no pudieran financiar y desarrollar. Lo único que hizo fue crear para sí, con dinero de los contribuyentes, una estructura que era sólo dirigido a sus proyectos militares. De manera que la idea que si el estado no hubiera creado arpanet, internet no hubiera existido o se hubiera retrasado su llegada a quienes realmente pagan por todo eso, sólo puede caber en el más ingenuo, desesperado y religioso imaginario estatista. De todas formas, como vimos, aún esta creencia no le permite justificar sus ideas, por las inconsistencias puestas en evidencia antes.

Claro que, unos cuántos defienden el gasto público simplemente porque gracias a él pueden recibir algo a cambio de nada (ver, por ejemplo, mi anterior artículo La ética del Mercado Negro)

Notas.

[1] pero sólo demagógica, puesto que su recetario moral aparentemente solidario conduce de manera lógica a los peores modos de acción que haya visto la historia de la humanidad.
[2] y si me quieren argumentar que un impuesto a la renta sólo les quitaría dinero a quienes a su vez viven de la plusvalía, o algo similar, escribí sobre eso antes.

10 comments:

  1. Mira, en la Argentina en los 90 se privatizaron prácticamente la mayoría de las empresas estatales de servicios.
    Sacando el rubro telecomunicaciones, no hubo mejora alguna. Y en algunos casos, como el de Aerolineas Argentinas, hasta empeoró el servicio.
    Y TODOS aumentaron considerablemente y hasta duplicaron sus precios (en epocas de estabilidad), y despieron montón de gente.
    Mas allá de la cuestión ideológica, si vamos a ser pragmáticos, el consumidor solo perdió en este proceso.

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  2. Esteban,

    En este artículo no se está discutiendo sobre la eficiencia comparativa entre empresas privadas y públicas, sino sbre los costos de la inversión publica, las ventajas de la inversión privada, y las contradicciones de los defensores de las primeras. Con lo cual aún siendo válido lo que decís (que no lo es, como explico a continuación), no invalida nada de lo que digo aquí.

    El caso que mencionás ya fue discutido en el artículo sobre monopolios públicos al que me referí al comienzo, el cual tenés que leer antes que leer este (por algo esta es la segunda parte)

    Si vamos a ser realmente pragmáticos (porque hasta el concepto de pragmatismo se ha ideologizado), primero, que yo no hablé de sustituir a los monopolios públicos con monopolios privados, como se hizo en argentina en los 90, sino de desregular, permitir la libre competencia, vender las empresas públicas y no subvencionar a las empresas privadas.

    En segundo lugar, como mencioné en este mismo artículo, es simplista pensar en términos sólo de precios cuando se privatiza un servicio público. Antes de la privatización, pagabas tal vez mucho más a través de los impuestos. Las empresas públicas se vendieron en muchos casos porque generaban pérdidas. Y esas pérdidas las pagabas vos a través de los impuestos. Incluso aunque no hicieras uso de su servicio.

    salu2

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  3. Lobo, el tema es que la inversión pública no es patrimonio de los estatistas/colectivistas/socialistas, sino también de muchos "liberales" (muy entre-comillas) que han visto al Estado como una oportunidad de negocio.

    Esteban, el tema de las privatizaciones en argentina es que siguieron con los monopolios (que pasaron de propiedad estatal a privada).

    Sin embargo, a pesar de esto, hubo mejoras en casi todos los servicios: telecomunicaciones, energía (en los ´80s había cortes casi todos los días), se extendió la red agua, los aeropuertos mejoraron muchísimo, las rutas/autopistas concesionadas mejoraron, etc.

    Como dije antes, el tema es que en general, esos mercados no se abrieron a la competencia. Y he ahí el gran problema.

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  4. El del comentario anterior era yo.

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  5. «Lobo, el tema es que la inversión pública no es patrimonio de los estatistas/colectivistas/socialistas, sino también de muchos "liberales" (muy entre-comillas) que han visto al Estado como una oportunidad de negocio.»

    Tu lo has dicho: muy entre comillas.

    salu2

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  6. Cuánta, cuánta retórica... Claro, ponerse a estudiar economía es mucho mucho más laburo... Será que 'El crimen no paga'?. En fin.

    Sólo una cosita:
    "las evidentes inconsistencias lógicas de los primeros".

    Está seguro-segurísimo de que existe un error lógico, sólo porque afirma que hay un error lógico?

    Insisto, antes de escribir algo, repase lógica clásica de orden uno.
    Hay muy buenos manuales.
    Saludos,
    Carlos V

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  7. carlos v,

    Se sintió aludido parece...

    estoy esperando que algún día diga algo, tire algún argumento, algo. ¿o ahora también me va a responder "sería un poquitín largo"?

    Para las intervenciones que se manda, mejor quédese callado...digo yo, no?

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  8. ja, ¿usté realmente lo cree?
    Ok., me llamo a un respetuoso silencio.
    Silencio como si hubiese asistido a un funeral.
    Saludos,
    Carlos V

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  9. muy bueno el artículo! toda la razón!

    te recomendaré como "lectura para el fin de semana",

    un abrazo!

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  10. Me parece muy interesante lo que comentas. En mi universidad impartían cursos online sobre el sector público vs. el privado y planteaban cuestiones verdaderamente interesantes. Yo creo que el sector privado puede cumplir las mismas funciones. La cuestión es, nos resultaría beneficioso?

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